martes, 3 de noviembre de 2009

Paseo por el amor y la muerte (en la ciencia ficción). Parte primera

Aun sin ser un gran lector de ciencia ficción, aunque algo más aplicado como espectador, siempre me ha parecido que el género posee unas cualidades que lo hacen brillar por encima de su inmerecida clasificación como subgénero de un arte mayor, sea la Literatura o el Cine, así con mayúsculas.

Se da el caso que, al menos en el cine, algunas de mis películas favoritas, en términos absolutos pertenecen a este género. Citaría “Alien”, “2001”, y sobre todo “Blade Runner”. Que el nombre de este blog sea nexus99 no es casual. Otra de las ficciones que han cursado con diferente suerte en papel y en celuloide ha sido “Solaris”, que constituye la obra cumbre de su autor, el polaco Stanislaw Lem, y que ha sido llevada al cine con desigual acierto por Tarkowski (1972) y Soderbergh (2002).

En cualquier caso, el fin de este post no es enumerar mis obras favoritas, sino utilizarlas como ilustraciones para el que creo es el mejor valor de este género, que es el de hacer valer su libertad casi absoluta a la hora de construir escenarios y situaciones, para así servir de banco de pruebas, o de piedra de toque, de las emociones y los valores humanos.


Por ejemplo, se puede divagar hasta el infinito sobre lo que significa ser Humano, invocando decenas de corrientes filosóficas, pero sólo la ciencia ficción nos puede colocar desnudos de teoría y de prejuicios, ante una historia en la que unos seres artificiales (llámeseles robots, replicantes…) se cuestionan sobre su existencia, o anhelan convertirse en seres humanos, sin conseguirlo.
Al enfrentarnos a una historia así, es nuestra parte emocional la que responde, y es posible que el mecanismo de identificación que todos poseemos traicione nuestras más profundas creencias, por muy racionalmente fundadas que estén.
Así, resulta que trasladar la historia a galaxias muy lejanas o tiempos muy remotos (generalmente en el futuro), es un atajo estupendo para llegar a cosas muy cercanas. La esencia de existir, de ser humanos, el amor, la muerte, la soledad, la pérdida, la alienación, la búsqueda de nuestros orígenes.



La idea de escribir este artículo me surgió al salir del cine, cuando fui a ver “Los sustitutos” (“The Surrogates”). La película presenta un punto de partida a priori interesante e inquietante: una humanidad que vive recluida en su casa, mientras que el trabajo, la vida social, etc. es llevada a cabo por “sustitutos”: prótesis autónomas, o androides, controlados remotamente por sus usuarios, y que presentan siempre una apariencia impecable, y un alto nivel de eficiencia en el trabajo, inmunes a la degradación que el tiempo obra en sus propietarios. Pero la película no es lo bastante buena como para alimentar una reflexión muy prolongada. Una reflexión que vaya, digamos, más allá de la primera cerveza en el pub de la esquina.

El trabajo de Bruce Willis es decente, pero la acción carece de interés, los recursos estilísticos son demasiado obvios, como la fotografía exagerada para realzar las diferencias entre seres humanos y máquinas. Lo mejor de la película, sin embargo es, a mi entender, la relación entre el protagonista, y su esposa. O entre los androides representantes de ambos. Por supuesto, enseguida se ve que se está planteando hasta que punto afecta a las relaciones humanas, de pareja en concreto, la idealización del otro, o cómo la propia idealización convierte las relaciones en un juego de máscaras.

Pero lo que le agradezco más a la película es que me devolviese a la mente aquellas historias de ciencia ficción que han abordado el tema del amor, de su caducidad (Blade Runner) , de su imposibilidad quizás (Solaris); y lo han hecho forzando las situaciones al máximo, como sólo puede hacerlo una historia de ciencia ficción.


De eso hablaré en las próximas publicaciones.


Villa Diodati


sábado, 11 de abril de 2009

Estos franceses no se cortan...

Y uno que se creía con el estómago curtido, va y se encuentra con una película como Martyrs, del realizador francés Pascal Laugier.

Aquí tenéis un adelanto, aunque el trailer no muestra ni de lejos la crudeza de las escenas de violencia (que son casi todas).





Martyrs es tres películas en una. Comienza como una historia de terror típica, se complica con una venganza en principio inexplicable, y culmina con una historia de tintes religiosos-metafísicos, al estilo de "Los Sin Nombre".

En cuanto al estilo, esta película, recoge y continúa la tendencia de filmes de terror que el cine francés de la última década, en la que figura como referente más importante "Alta tensión" (Haute Tension, Alexandre Aja, 2002).

Ambas películas comparten la extrema crudeza de las imágenes, los problemas con la censura por la misma razón, en muchos países, los retorcimientos y desdoblamientos de sus protagonistas... Incluso sus tendencias sexuales. Raro es que alguna asociación del ramo no haya puesto el grito en el cielo por lo que ya parece que se está convirtiendo en un cliché.

La acogida de este tipo de producciones es desigual. Suelen escandalizar al público, se producen desmayos en la sala, vómitos, abandonos. No obstante suelen ser el acontecimiento esperado en festivales especializados como el de Sitges.

¿Entonces, en qué se diferencia "Martyrs" de cualquier película gore al uso ? principalemente en que es una gran y cuidada producción, con una factura impecable, magníficas interpretaciones, guión elaborado, y una voluntad de estilo ausente en aquellas.

Os recomiendo encarecidamente que la veais, hasta donde podais.

En ayunas, si puede ser.